Según E. G. de White, (Educ. pág. 13)
"La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, hacerlo volver a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto de la vida" (La Educación, pág 13)
La educación desde esta perspectiva procura que el educando se desarrolle físicamente, que comprenda sus responsabilidades morales. También que se desenvuelva como un ser personal alcanzando la madurez de su individualidad en pleno ejercicio de sus facultades de pensar y hacer. Que sea capaz de expresar abnegación y amor. Y por último, que su labor corresponda al de un abnegado siervo de su prójimo y de su Creador. La imagen de Dios abarca todo esto. Desde este punto de vista, la educación es restauración
La educación gira en torno a un fin trascendente también es real que el hombre necesita un sentido para su vida actual. En efecto, la educación ha de proveerle al ser humano una intencionalidad para su existencia. Por ello, en la filosofía educativa adventista la educación se presenta como un instrumento que habilita al hombre para la vida, adaptándolo a los cambios que ocurrieren y lo capacita para realizar un servicio efectivo en favor de los demás.